Creía que yo no ere de
esos tipos, pero hacía horas que estaba
Metido en ese bar de mala
muerte, solo, en su esquina más oscura,
Sentado en su mesa más
solitaria, bebiendo vino rancio
Y garabateando versos en
finas servilletas de papel
Para luego estrujarlas,
metérmelas en los bolsillos y,
Posteriormente, lanzarlas
a las sucias calles a las que
Pertenecían mis versos. Cuando salí de ese antro, borracho, la noche
Era decadente y, en esa
noche tan literaria, me sentí decepcionado
Conmigo mismo porque yo,
aun, no era poeta o quizá solo fuesen
Mis entrañas queriendo
explosionar.
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